Las conductas de riesgo representan un problema de salud pública de creciente relevancia debido a su impacto en la morbimortalidad, especialmente en poblaciones jóvenes y vulnerables. Estas conductas, que incluyen no solo las autolesiones y la ideación suicida, sino también el consumo de sustancias, las prácticas sexuales de riesgo, los trastornos alimentarios y la violencia interpersonal, suelen estar interconectadas y compartir factores predisponentes comunes. Su estudio desde un enfoque epidemiológico permite no solo cuantificar su magnitud, sino también identificar patrones de distribución, factores asociados y oportunidades de intervención temprana.